Hamilton Naki murió el 29 de mayo de 2005 a
los 89 años. La noticia no figuró en los periódicos pero
su historia es una de las más extraordinarias del siglo
XX.
La muerte de Hamilton Naki, condenado durante casi cuatro décadas
al anonimato por su condición de negro, nos recuerda uno
de los episodios más vergonzosos de la medicina moderna.
En
la Sudáfrica racista del apartheid, donde se establecían
diferencias en el sistema jurídico en función del color
de la piel, fue Christian Barnard -sudafricano blanco-
quien en 1967 recibió todos los honores por llevar a
cabo el primer trasplante de un corazón humano. Pero fue
Hamilton Naki quien retiró del cuerpo de la donadora el
corazón para ser transplantado.
Este es un trabajo en extremo delicado, el corazón debe ser
retirado y conservado con el máximo cuidado. Los
asistentes a esta épica intervención quirúrgica que duró
48 horas recuerdan la delicadeza con la que Naki limpió
el órgano de todo rastro de sangre antes de que Barnard
volviese a hacerlo latir en el pecho del hombre al que
iba a ser transplantado.
Pero, ¿qué hacía Hamilton Naki, un ciudadano de segunda, que había
abandonado los estudios a los 14 años por necesidad, en
medio de una de las operaciones más destacadas del
siglo? Quizás las palabras del célebre Barnard, poco
antes de su muerte, lo resuman: "Tenía mayor pericia
técnica de la que yo tuve nunca. Es uno de los mayores
investigadores de todos los tiempos en el campo de los
trasplantes, y habría llegado muy lejos si los
condicionantes sociales se lo hubieran permitido".
Naki
era tal vez el segundo hombre más importante en el
equipo que hizo el primer transplante cardiaco de la
historia pero no podía aparecer en las fotografías del
equipo porque era negro. Cuando apareció por descuido en
una, el hospital informó que era un empleado de
limpieza.
Nacido hacia 1926 en una aldea de El Cabo, en Sudáfrica, todo
parecía condenarle -como al resto de sus compatriotas
negros- a una existencia mísera en el cruel régimen del
apartheid. Era el jardinero de
la Escuela de Medicina de
la Ciudad de El Cabo. Poco a poco, sus capacidades le
fueron granjeando puestos de responsabilidad. De limpiar
jaulas pasó a intervenir en operaciones quirúrgicas a
los animales del laboratorio, donde tuvo la oportunidad
de anestesiar, operar y, finalmente, trasplantar órganos
a animales como perros, conejos y pollos. De manera
encubierta, Naki se había convertido en técnico de
laboratorio.
Se
transformó en un cirujano excepcional a tal grado que
Bernard lo requirió para su equipo. Esto era una afrenta
para las leyes sudafricanas: Naki, negro, no podía
operar pacientes ni tocar la sangre de los blancos, pero
el hospital hizo una excepción para él y se convirtió en
un cirujano, pero clandestino.
Era el
mejor, daba clases a estudiantes blancos, pero ganaba el
salario de un técnico de laboratorio que era lo máximo
que el hospital podía pagar a un negro. Vivía en una
casucha sin luz eléctrica en un gueto de la periferia.
Pero
eso no le importó. Él siguió estudiando y dando lo mejor
de sí pese a su discriminación. Cuando el apartheid
terminó recibió, en el 2002,
la orden de Mapungubwe, uno de los mayores honores de su
país, por su contribución a la ciencia médica.
Hamilton Naki enseñó cirugía por 40 años. Nunca reclamó
por las injusticias recibidas durante toda su vida. Pese
a su clandestinidad y su discriminación jamás dejo de
dar lo mejor de sí…su pasión por salvar vidas.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |