Paz Fernández Cueto
La
juventud se mueve en un mundo en el que todo es
proyecto, en el que cualquier ilusión está en
posibilidad de ser. Es un mundo que la anima a correr
grandes riesgos, que la empuja, como lo hizo con
nosotros en su momento, a comerse el mundo a pedazos
quedándole corta cualquier meta que se propone alcanzar.
Sin
embargo, que el 50% de los estudiantes de las
preparatorias públicas del país sufran estrés y
depresión es de preocupar, como lo revelan los
resultados de la Primera Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia que se
realizó en días pasados. Pareciera que estar dentro del
grupo privilegiado de los más de 4 millones de jóvenes
que tienen acceso a la prepa no basta. Este logro
histórico, alcanzado con tanto esfuerzo después de
varias décadas, es algo que para la mitad de nuestros
estudiantes carece de sentido, manifestando en cambio la
tristeza que les produce la vida en medio de
desilusiones y hastío. Sería importante averiguar las
verdaderas causas de esta tristeza, enfermedad
crónica que en nuestro tiempo llamamos depresión.
Un detonante decisivo es la familia. Este espacio privilegiado diseñado por la naturaleza
para proveer de seguridad y amor a sus miembros parece
que no está cumpliendo con su función. "Los jóvenes se
sienten tristes y abandonados ante la dinámica que viven
en sus casas, donde muchos de sus padres y madres están
en una tensión laboral, social y económica", indicó
Emilio Álvarez Icaza (presidente de
la
CDHDF).
¿Cómo
resolver esta situación que provoca desorden y tensión
social? "No es buena noticia saber", comentó la
secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, "que el
61% de los jóvenes se llevan mal con sus papás", aunque
tampoco nos podemos escandalizar. Quienes hemos sido
padres de hijos adolescentes sabemos que en esta etapa,
por la que todos pasamos, lo normal es ser cuestionados
por los hijos quienes, además, detestan nuestros rollos
y alucinan nuestros consejos. La situación se agrava
cuando el hogar es disfuncional o cuando los hijos,
nuestros mejores jueces, descubren la incongruencia
de vida de quienes exigen una cosa y hacen otra.
"Tus palabras me hablan pero tus ejemplos me gritan",
decía un hijo desesperado a un padre que no era
precisamente un ejemplo a seguir.
Además
de predicar con el ejemplo, el reto está en encontrar
puntos de comunicación, manifestando el interés que
un padre tiene por su hijo, que aun equivocándose, se
preocupa por su bien. Los padres estamos cansados de que
se nos siente en el banquillo de los acusados;
necesitamos con urgencia que se nos tienda una mano
eficaz de ayuda. Afortunadamente la SEP dentro de los
cuatro pilares de la reforma educativa está
incorporando, junto con la capacitación docente, el
apoyo a los padres de familia, aliados estratégicos del
proceso educativo.
"Tampoco es buena noticia", recalcó Josefina, saber que
para las mujeres el mundo se está haciendo más difícil.
"Casi doblan en porcentaje a los hombres, las mujeres
jóvenes de entre 15 y 19 años que viven con tristeza o
desolación, o que han llegado a pensar que la vida tiene
poco sentido". ¿De qué han servido entonces tantos
esfuerzos que lejos de liberar a la mujer le llenan el
alma de vacío?
Por otra parte el mensaje que los mayores estamos mandando a los jóvenes
es de polarización e intolerancia. Basta ver las escenas que nos ofrece el PRD en
la
Cámara de Diputados y en el Senado. Estos espacios que
como su nombre lo indica, parlamento, son para exponer
razones, se han convertido en vulgares exhibidores de
panfletos y despliegue de mantas, ante la incapacidad de
hacer uso de la palabra articulada. Su objetivo es
vencer por la fuerza lejos de convencer por la razón.
¿Qué futuro le ofrece a la juventud un país en el que lo
que importa no es la patria de todos, sino los intereses
egoístas de algunos?
Y, sin
embargo, habría que convencer a nuestros jóvenes de algo
que decía Viktor Frankl, creador de la logoterapia,
técnica para encontrar el sentido de la vida aun ante
las circunstancias más adversas: "En realidad no
importa que no esperemos nada de la vida, sino que la
vida espere algo de nosotros".
Es la vida quien nos pregunta a nosotros y no nosotros a la vida. Y
nuestra respuesta consiste en asumir la responsabilidad
personal y en cumplir con las tareas que la vida nos
asigna. Paradójicamente, la felicidad se encuentra
cuando dejamos de buscarla, cuando afanados por el bien
común buscamos la felicidad de los demás.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |