La
televisión puede influir positiva o negativamente en el
desarrollo mental de nuestros hijos. Es importante
conocer este medio de comunicación para integrarlo
adecuadamente en la dinámica familiar.
Eliff Lara Astorga
Tomado de e-México
Uno de
los temas más debatidos sobre la educación infantil es
el de la televisión.
¿Es
buena o mala para la mente de los pequeños? ¿Cuánto
tiempo deben verla al día? ¿Fomenta actitudes violentas?
En primer lugar, no olvidemos que la convivencia con
dicho medio de comunicación es inevitable; forma parte
fundamental de la vida moderna y ha conformado, en mayor
o menor medida, nuestra visión del mundo. Es decir, no
se trata de defender la televisión contra viento y marea
o de arrojarla definitivamente por la ventana. Lo
conveniente es reflexionar sobre sus ventajas y
desventajas en el desarrollo infantil, para luego tomar
decisiones capaces de integrar en la familia lo más
positivo de dicha tecnología.
Para
los especialistas, la televisión provoca serios daños en
los niños pues los distrae de sus tareas, fomenta en
ellos una recepción pasiva de la información, les
presenta una visión distorsionada de la realidad y
refuerza en ellos conductas agresivas.
Respecto al primer problema mencionado, la mayoría de
los padres hemos batallado alguna vez con hijos más
dispuestos a disfrutar de una caricatura que de cumplir
con sus responsabilidades. Ello, naturalmente, repercute
tanto en el rendimiento escolar del infante como en su
condición física: en vez de salir a jugar, prefiere
permanecer cuatro o cinco horas frente al receptor. A la
larga, eso también afecta sus capacidades para
socializar de modo adecuado con otros chicos y adultos
(incluyendo a los parientes cercanos).
Por
otro lado, la televisión acostumbra a nuestros hijos a
recibir una información "digerida" de antemano, para lo
cual basta un esfuerzo intelectual mínimo. Los programas
transmitidos por lo general se basan en imágenes y
sonidos simples, a diferencia de un libro, donde el
texto pide la participación activa de la imaginación del
lector. Estos hechos terminan por afectar la capacidad
de aprendizaje de los niños, los cuales pueden hallar
dificultades a la hora de realizar abstracciones (como
las requeridas en cálculos matemáticos).
Entre
los problemas causados en los niños por la tecnología
televisiva, hemos mencionado la transmisión de una
imagen distorsionada de la realidad.
En
efecto, los programas tienden a defender ciertos
valores frente a los cuales el niño se encuentra aún
sin la capacidad de juzgar sobre su conveniencia y
veracidad. Por ejemplo, cuando se ensalza el uso de la
violencia, el menor no puede por sí mismo determinar si
eso ocurre así en la vida cotidiana y si es una actitud
positiva o negativa. Al mismo tiempo, la televisión
gusta de expresar una serie de prejuicios raciales (el
blanco es superior al indígena), sexuales (el
heterosexual es mejor que el homosexual) o de orden
económico (fresa v.s.
naco) cuya influencia en el comportamiento
infantil es, a todas luces, perjudicial.
Finalmente, los comerciales y los programas de concursos
favorecen el ingreso de los chicos a la dinámica
consumista de la sociedad actual.
Uno de
los temas más polémicos es el de la influencia de la
televisión en el comportamiento violento de los niños.
Ciertamente, las actitudes agresivas en el menor pueden
ser fomentadas por la misma familia o por el clima de
inseguridad vivido en una comunidad. Con todo, en medio
de una sociedad violenta, la televisión no cesa de
reafirmar semejante valor negativo, desde las
caricaturas (recordemos al ratón que constantemente
golpea al gato) hasta las series policíacas.
A pesar
de lo expuesto hasta aquí, la televisión también posee
innegables virtudes, como la posibilidad de mostrarle al
niño ideas y culturas ajenas a su entorno familiar y
social. Al mismo tiempo, es capaz de inculcar hábitos
positivos de modo rápido y eficaz. Los programas con
estas características son los más convenientes para
nuestros hijos, aunque debemos aplicar algunas medidas
para cuidar lo que el aparato receptor les transmite. Lo
fundamental es fomentar en los chicos una actitud
crítica frente a lo visto y oído; importa discutir con
ellos acerca del contenido televisivo y enseñarles a no
creer todo lo expuesto por la pantalla. Por otro lado,
es bueno limitar el tiempo de uso del televisor, pero
sustituyéndolo con actividades divertidas como el
deporte, los paseos, la lectura, etcétera. En última
instancia, procuremos alejar a los infantes de los
programas contrarios a los valores que deseemos inculcar
en la familia.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |