Dedicado especialmente y con todo mi amor para ti,
..... mamá.
Autor: desconocido.
Hay
días en que se siente el peso cuando eres madre de
familia; hay días en que todo te fastidia, como cuando
estás en el teléfono y uno de los chicos entra a decirte
que si lo puedes llevar a tal lado, ó que si le das esto
ó aquello, como si no fuera obvio que en ese momento
estás ocupada; por dentro piensas qué no ves que estoy
en una llamada?, obviamente no, ni lo toman en cuenta;
igual si estás cocinando, ó limpiando el piso, ó
poniendo la ropa en la lavadora; parece que fueras una
persona invisible; la mamá invisible.
Algunos
días se siente como si fueras solo un par de manos….me
arreglas esto?, me abres esto?, me amarras acá?, me
abotonas….?; otros días me he sentido un reloj que solo
da la hora….ó la guía del sky…en qué canal está el
Disney channel?...
Otras
veces he estado segura de que estas manos que alguna vez
sostuvieron libros entre sus manos, hicieron excelentes
trabajos en la universidad, y recibieron el título
universitario se han perdido entre huevos fritos, arroz
y guisados, lavadoras y el volante del auto.
Una
noche asistí a una reunión de amigas para dar la
bienvenida a una de ellas que volvía de un viaje
increíble; estaba ahí sentada y en un momento empecé a
comparar mi vida con la suya y no pude dejar de
compadecerme; de pronto ella se me acercó con un paquete
envuelto para regalo y me dijo: te traje este libro de
las mas hermosas catedrales en Europa; de repente no
entendí porqué me lo había traído; llegué a mi casa, lo
abrí y la dedicatoria era: “A _____ con admiración,
por la grandeza de lo que está construyendo cuando nadie
la ve.”
En los
días posteriores me devoré el libro, y descubrí en él
verdades que cambiaron mi vida.
Nadie
puede decir con certeza quienes construyeron estas
magníficas catedrales, no se tiene registro de sus
nombres. Estos constructores trabajaron toda su vida en
una obra que nunca verían terminada; hicieron grandes
esfuerzos y nunca esperaron crédito, Su pasión por el
trabajo era alimentada por su fe y por la convicción de
que nada escapa a la mirada de Dios.
El
libro cuenta la anécdota de un hombre poderoso que fue a
supervisar la construcción en una de estas catedrales y
se encontró con uno de los trabajadores que tallaba un
pajarito en una de las vigas de madera que sostendrían
el techo, curioso le preguntó que porqué perdía su
tiempo tallando esa figurilla en una viga que nadie
vería ya que sería cubierta con yeso y le respondió:
“porque Dios si lo ve”.
Cuando
terminé el libro, todo tuvo sentido; fue como si
escuchara la voz de Dios murmurando en mi oído: “ya ves,
hijita, ningún esfuerzo ó sacrificio que haces pasa
desapercibido a mis ojos, aún cuando estés realizando
tus labores en soledad; ningún botón que pegues, ningún
huevito revuelto que hagas es un acto demasiado pequeño
para que yo no lo vea y eso me haga sonreír. Estás
construyendo una gran catedral, solo que ahora no puedes
ver en lo que tus esfuerzos se convertirán.”
Ahora
entiendo que ese sentimiento de “invisibilidad” que
sentí no era una aflicción, era el antídoto para mi
egoísmo y mi orgullo; era la cura para el querer estar
siempre en el centro.
Me ha
ayudado mucho a ubicarme el verme a mi misma como una
constructora. El autor de este libro dice que en la
actualidad no se construyen este tipo de edificios
porque ya no hay personas con ese espíritu de sacrificio
que estén dispuestas a dar su vida en una labor que a la
mejor nunca vean concluida.
Cuando
pienso en eso, solo deseo que cuando mi hijo invite a
sus amigos a la casa, no les diga: “te invito porque mi
mamá se levanta a las seis am a hacer unos pays
deliciosos, además plancha personalmente los manteles en
los que nos sirve la comida y trapea a rodilla la sala y
comedor”, porque eso sería estarme construyendo un
monumento a mí misma; no, lo que deseo desde el fondo de
mi corazón es que mi hijo les diga: “te invito a mi casa
porque ahí te la vas a pasar muy bien”, Mi meta es hacer
de mi casa un verdadero hogar, un lugar a donde mis
hijos quieran llegar porque puedan estar felices y
relajados y que por esa razón, quieran traer a sus
amigos.
Como
madres de familia, estamos construyendo grandes
catedrales; mujeres y hombres de bien; almas que vayan
al cielo y lleven entre sus manos a todos los suyos.
Mientras laboramos no podemos estar absolutamente
seguras si lo estamos haciendo bien, pero un día, es muy
posible que el mundo se maraville, no solo por lo que
habremos construido, sino por el bien y la belleza que
habremos aportado por todo el trabajo silencioso de las
“madres invisibles”.
Dios te
bendiga.
Felicidades Mamá!!!!!!
Lic. Rosa Elena Ponce V. |