Colaboración: Luz María Herrera
Hay que
aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa
idea, hay que asumir esa realidad.
No es que
se van… es que la vida se los lleva.
Ya no eres
tú su centro.
Ya no eres
propietario, eres consejero
No
diriges, aceptas. No mandas, acompañas
No
proyectas, respetas
Ya
necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas,
ya
les crecieron
las
alas y
quieren volar.
Ya les
crecieron las raíces y maduraron por dentro.
Ya
buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir
sin temores ni angustias las altas y las bajas en el
camino que les endulce el recorrido y los ayude en el
fin que quieren conseguir.
Y si esa
primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría
y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará
para compartir sus vidas en armonía.
Ya no les
caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono
para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu
protección para vivir.
Quieren
crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad,
enfrentar el viento de la vida, a la sombra del amor y
al rendimiento de sus facultades.
Tienen un
camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan
desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas.
Lo
importante es el corazón sensible, la libertad asumida y
la pasión a flor de piel.
Que la
rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de
luz.
Tú quedas
adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su
árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de
su corazón.
Tú quedas
atrás. En la estela luminosa que deja el barco al
partir. En el beso que le mandas.
En el
pañuelo que los despide.
En la
oración que los sigue.
¡En la
lágrima que los acompaña!
Tú quedas
siempre en su interior aunque cambies de lugar.
Haz de su
vida tan feliz que cuando parta, sólo piense en
regresar, aunque sea para tomar tu mano y estar junto a
ti solo un momento.
Disfruta
tus hijos mientras la vida te lo permita…
Lic. Rosa Elena Ponce V. |