Una técnica excelente para la educación de nuestros
adolescentes.
La
semana pasada tuve la oportunidad de asistir a la
clausura del IV Foro de la Familia organizado por
Valores Chihuahua 2020, A.C., el evento inició con la
ponencia del Dr. Jesús Amaya, que dicho sea de paso es
uno de los oradores más amenos que he escuchado.
De una
forma muy simpática estuvo hablando de las “pequeñas
grandes” diferencias en la comunicación que existe entre
los hombre y las mujeres, nosotros ya los hemos tocado
anteriormente en el artículo llamado “Secretos para
conocer a tu pareja y mejorar tu relación”, y entre
broma y broma llevó a la audiencia a reflexionar sobre
estas diferencias y cómo aplicarlas en la educación de
los hijos para finalmente hablar de lo que yo llamaría
la “ley del papalote”
El Dr.
Amaya preguntó ¿cómo hacemos para volar un papalote? ¿le
soltamos todo el hilo? No porque se viene abajo, ¿le
jalamos todo el hilo? No porque entonces nosotros mismos
lo tumbamos.
Pues
igual ocurre con los hijos, nosotros los educamos, les
transmitimos nuestros principios y lo que la vida nos ha
enseñado (es el hilo) luego los soltamos un poco para
que actúen de acuerdo a lo que les hemos enseñado y
observamos qué es lo que pasa.
Si el
“papalote” se mantiene estable en el viento (léase: la
vida), continuamos y volvemos a dar enseñanza y a
“soltar hilo”, pero si observamos que el “papalote” se
viene abajo (léase: mal comportamiento, mal uso de la
libertad, etc), debemos jalar el hilo hasta
estabilizarlo nuevamente, es decir, habrá consecuencias
al mal comportamiento, se establecerán límites claros y
precisos, etc. Con paciencia y firmeza se jalará
nuevamente ese hilo para volver a estabilizar el vuelo.
Y así
sucesivamente, a lo largo de toda la adolescencia, será
un aflojar el hilo, observar, estirar, aflojar, etc. De
este proceso lo vital y que muchos padres pasan por alto
es el proceso de la observación, estar al pendiente de
nuestros hijos, de qué hacen, con quién se juntan, cómo
se divierten.
Este es
un trabajo difícil y delicado pues las presiones que
existen en la sociedad son muchas y es aquí donde
nosotros debemos tener la seguridad y confianza de que
los principios siempre van a ser universales y únicos.
La verdad siempre será única, no es cierto que existan
las mentiras blancas ni tampoco la verdad es “según el
cristal con que se mira”. La honestidad también es única
y no “a según” de la situación. Así es que no se dejen
convencer con argumentos tales como “soy el único al que
sus padres le dicen que …”, “soy el único que está con
sus padres los domingo”, “soy al único que le exigen…”,
etc.
Ustedes
tienen todo el derecho de establecer sus propios límites
y reglas de su hogar, de explicarles a los hijos que es
por el bien común de la familia y no estar pidiendo de
“favor” que lleguen a casa temprano, que no beban si van
a conducir, etc.
Pero
para esto debemos recordar que nuestros hijos son muy
observadores, si un padre o una madre pide honestidad a
un hijo debe practicarla en su propia vida ya que para
ellos tendrá mucho más influencia lo que ve a lo que
escucha, y así todos los límites que establecemos.
Es
doloroso mencionarlo pero ¿cómo vamos a exigirle a un
hijo que respete reglas si ve que alguno de los padres
(o ambos) no lo hace?
Creo
que el principio básico para una buena educación es la
honestidad ya que el amor sin honestidad es egoísmo y la
educación sin honestidad es hipocresía.
Así es
que a ser congruentes con lo que pensamos, decimos y
hacemos, es el camino más seguro para que nuestros
“papalotes” lleguen lo más alto posible en el cielo.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |