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www.emergencia.org.mx           May. 20, 2008    Boletín No. 562


 

 

 

 

La ley del papalote

Una técnica excelente para la educación de nuestros adolescentes.

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a la clausura del IV Foro de la Familia organizado por Valores Chihuahua 2020, A.C., el evento inició con la ponencia del Dr. Jesús Amaya, que dicho sea de paso es uno de los oradores más amenos que he escuchado.

De una forma muy simpática estuvo hablando de las “pequeñas grandes” diferencias en la comunicación que existe entre los hombre y las mujeres, nosotros ya los hemos tocado anteriormente en el artículo llamado “Secretos para conocer a tu pareja y mejorar tu relación”, y entre broma y broma llevó a la audiencia a reflexionar sobre estas diferencias y cómo aplicarlas en la educación de los hijos para finalmente hablar de lo que yo llamaría la “ley del papalote”

El Dr. Amaya preguntó ¿cómo hacemos para volar un papalote? ¿le soltamos todo el hilo? No porque se viene abajo, ¿le jalamos todo el hilo? No porque entonces nosotros mismos lo tumbamos.

Pues igual ocurre con los hijos, nosotros los educamos, les transmitimos nuestros principios y lo que la vida nos ha enseñado (es el hilo) luego los soltamos un poco para que actúen de acuerdo a lo que les hemos enseñado y observamos qué es lo que pasa.

Si el “papalote” se mantiene estable en el viento (léase: la vida), continuamos y volvemos a dar enseñanza y a “soltar hilo”, pero si observamos que el “papalote” se viene abajo (léase: mal comportamiento, mal uso de la libertad, etc), debemos jalar el hilo hasta estabilizarlo nuevamente, es decir, habrá consecuencias al mal comportamiento, se establecerán límites claros y precisos, etc. Con paciencia y firmeza se jalará nuevamente ese hilo para volver a estabilizar el vuelo.

Y así sucesivamente, a lo largo de toda la adolescencia, será un aflojar el hilo, observar, estirar, aflojar, etc. De este proceso lo vital y que muchos padres pasan por alto es el proceso de la observación, estar al pendiente de nuestros hijos, de qué hacen, con quién se juntan, cómo se divierten.

Este es un trabajo difícil y delicado pues las presiones que existen en la sociedad son muchas y es aquí donde nosotros debemos tener la seguridad y confianza de que los principios siempre van a ser universales y únicos. La verdad siempre será única, no es cierto que existan las mentiras blancas ni tampoco la verdad es “según el cristal con que se mira”. La honestidad también es única y no “a según” de la situación. Así es que no se dejen convencer con argumentos tales como “soy el único al que sus padres le dicen que …”, “soy el único que está con sus padres los domingo”, “soy al único que le exigen…”, etc.

Ustedes tienen todo el derecho de establecer sus propios límites y reglas de su hogar, de explicarles a los hijos que es por el bien común de la familia y no estar pidiendo de “favor” que lleguen a casa temprano, que no beban si van a conducir, etc.

Pero para esto debemos recordar que nuestros hijos son muy observadores, si un padre o una madre pide honestidad a un hijo debe practicarla en su propia vida ya que para ellos tendrá mucho más influencia lo que ve a lo que escucha, y así todos los límites que establecemos.

Es doloroso mencionarlo pero ¿cómo vamos a exigirle a un hijo que respete reglas si ve que alguno de los padres (o ambos) no lo hace?

Creo que el principio básico para una buena educación es la honestidad ya que el amor sin honestidad es egoísmo y la educación sin honestidad es hipocresía.

Así es que a ser congruentes con lo que pensamos, decimos y hacemos, es el camino más seguro para que nuestros “papalotes” lleguen lo más alto posible en el cielo.

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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