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www.emergencia.org.mx           May. 23, 2008    Boletín No. 565


 

 

 

 

La sabiduría de la tortuga

Sin prisas pero sin pausa

Parte II

Por: Jose Luis Trechera

Profesor de Psicología del Trabajo

CONSECUENCIAS

“Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada. De nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo”                                                          (M. Kundera)

El tiempo se está convirtiendo en uno de los bienes más escasos en los países “desarrollados”. La presión se hace insostenible y comienza a “pasar factura”. He aquí algunos comportamientos que pueden reflejar esa “protesta”:

-      Alteraciones psicosomáticas: desequilibrios metabólicos, obesidad, trastornos digestivos, insomnio, trastornos del sueño, etc.

-      Ansiedad y tensión: aumento de la agresividad, la competitividad y la sensación de vivir en un estado de alerta permanente.

-      Activismo. Tendencia a potenciar las “multitareas”: conducir comiendo, bebiendo o hablando por el celular.

-      Omnipotencia, omnipresencia y creerse imprescindible. Se piensa que se es insustituible y necesario para realizar todas las actividades.

-      Deshumanización personal. No se piensa, se actúa como robots, ya que no hay tiempo para pararse y reflexionar.

-      Fragmentación y “temporalidad”. Se pone en práctica al fenómeno “Kleenex”, todo es para “usar y tirar”, y tiene “fecha de caducidad”. En consecuencia, lo mismo que se hace con los utensilios, se realiza con las personas.

-      Desestructuración social. La “falta de tiempo” la están pagando las familias, las madres trabajadoras, etc. Lamentablemente, los buenos momentos no vividos con los hijos cuando tienen dos años, no se pueden recuperar cuando cumplan dieciséis.      

La situación actual se podría sintetizar en los siguientes trastornos que se observan en la práctica clínica:

1.  La enfermedad de la prisa: “el hombre orquesta”.

2.  La adicción al trabajo: “Adicción decente y respetable”.

3.  El estrés: “La chispa de la vida o la carcoma que corroe y mata”.

4.  El síndrome “bournout” o estar quemado.

5.  El narcisismo: “Narcotizados y aplastados por el Yo”

ALTERNATIVA: “LA CALMA ES ORO”

“La gente siempre culpa a sus circunstancias por ser lo que son. Las personas que progresan en este mundo son aquellas que buscan las circunstancias que quieren y, si no son capaces de encontrarlas, las crean”       (G.B. Shaw)

Frente “al mal o enfermedad del tiempo”, hay que afirmar que la velocidad no lo es todo. Así, el vals de un minuto de Chopin no será dos veces mejor por que lo toquemos en treinta segundos o un idioma no se aprende en un cursillo intensivo de cinco días. La realidad nos muestra que no sabemos a donde vamos pero curiosamente, si avanzamos a pasos agigantados.

A veces puede venir la tentación de llevar a la práctica el eslogan de los años sesenta, “qué paren el mundo que me quiero bajar”. Sin embargo, la solución no es bajarse.

En los últimos años empieza a abrirse camino el movimiento “Slow” que parte del supuesto de que la serenidad aumenta la calidad de vida, Como afirma C. Honoré no se pretende una declaración de guerra contra la velocidad. Hay situaciones en las que viene muy bien actuar más rápido, “pero lo que no podemos es convertir la velocidad en una obsesión”.

La “desacelaración” nos puede hacer más efectivos y de ahí que a través de la sensibilización sobre los estilos de vida,  el movimiento Slow nos empuja a saborear la vida y no sólo a sobrellevarla.

Desde nuestra experiencia ofrecemos un decálogo, “la calma es oro”, que puede aportar algunas pistas para cambiar de estrategia:

Decálogo para aprendices: La calma es oro

1.      Cambiar el reloj por la brújula: tener un norte claro.

  1. Convertirse en el protagonista de la propia historia: poner los medios.

  2. Aprender a conocerse: fortalezas y debilidades.

  3. Saber priorizar: jerarquía de valores.

  4. Saborear el presente: carpe diem.

  5. Saber perder el tiempo: ganar calidad de vida.

  6. Darle tiempo al tiempo: la creatividad necesita tiempo.

  7. Saber simplificar: soltar lastres.

  8. Saber ser paciente y perseverante: ser proactivo y no reactivo.

  9. Saber vivir: ser positivo y tener sentido del humor.

Comenzábamos reflexionando sobre la tortuga y terminamos también con ella.

Ya Esopo nos cuenta la fábula de la tortuga y la liebre, en la que ambas se retan a una carrera y precisamente por su prepotencia, la liebre pierde. Es la constancia y la perseverancia de la tortuga la que le da la victoria. Es curioso, que para nuestro contexto cultural ser lento sea sinónimo de torpe e inútil y sin embargo, para muchas culturas la tortuga es un animal espiritual y símbolo de longevidad y sabiduría.

Moverse con lentitud no significa pensar o vivir con apatía. Lo fundamental es hacer buen uso de esa lentitud. Quizás lo básico no es ser “tan-lento”, sino actuar con “talento”. He ahí la sabiduría de la tortuga: sin prisa pero sin pausa.

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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