Por Sandra Marcela Campos, Psicóloga.
Si para nosotros es importante saber quiénes somos,
imaginemos cuan importante es esto para los niños,
quienes están en un proceso de construirse día a día,
así como de interpretación del mundo y ser parte de él.
Para comprenderlo mejor, hagamos un recorrido a partir
de nuestro nacimiento. Nos enfrentamos a todo un mundo
de sensaciones nuevas, nuestros ojos apenas empiezan muy
lentamente a distinguir formas, luego colores; nuestra
piel percibe temperaturas, y aquella comodidad a la que
nos habíamos acostumbrado desaparece. Esto nos exige
empezar de cero a hacernos parte de aquello que nos es
extraño, salvo por algunas sensaciones de tibieza y
seguridad que reconocemos y nos dan tranquilidad. Aquí
es donde empieza nuestro camino en el cual nos
relacionamos como podemos con lo que está mas allá de
nuestra piel.
Nuestro llanto empieza a realizar cambios increíbles a
nuestro alrededor. Soy importante, mis acciones
adquieren un sentido en el mundo en que vivo, cada cosa
que empiezo a hacer cuando logro algo y siento que
aquellos que al principio no eran parte de mí, se han
convertido no solo en quienes satisfacen mis
necesidades, sino también en quienes me dan seguridad,
me alientan a conseguir poco a poco las cosas que voy
logrando.
Soy en la medida que me reconozco a través de los otros
Soy en la medida en que me reconozco a través de los
otros y lo que me dicen y me expresan; empiezo a tener
una idea de quién soy para mí y para los demás. “El
mundo, me acoge me da la bienvenida y soy una parte
importante de él”.
A medida que crecemos y nos damos cuenta que podemos
modificar nuestra realidad y podemos adquirir más
herramientas para relacionarnos con otras personas,
construimos la imagen de nosotros mismos, y a partir de
esta imagen propia nos comportamos, nos comunicamos y
nos relacionamos.
Si tengo una imagen positiva de mí mismo, mis acciones
irán hacia el fortalecimiento de aquellas cosas
positivas que descubro en mí y a mejorar las que no son
tan positivas; entiendo que lo que hago y digo tiene
consecuencias y de acuerdo con lo agradables y
desagradables que sean éstas, puedo conocer lo que puedo
o no hacer; conozco los límites que puedo establecer en
mi relación con el mundo y las personas; el conocerme
como un “hacedor de cosas”, me motiva a idear y hacer
nuevas cosas con éxitos y fracasos… así aprendo.
En este proceso la guía de los padres o cuidadores es
fundamental ya que son ellos quienes acompañan a los
niños en el proceso de descubrimiento de si mismos.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |