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www.emergencia.org.mx           Sep. 09, 2008    Boletín No. 642


 

 

 

 

¡Cómo ha cambiado mi hijo@!. Parte II

 Por María Lucea

Tomado de Hacer Familia

El valor de los amigos

El adolescente comienza a desligarse de la familia y gana fuerza la vida en pandilla. En principio, lo que le dicen sus padres le parece mal y sin embargo, puede ser muy gregario con lo que le dicen sus compañeros. Al sentirse inseguro y buscar la independencia de sus padres, necesita sentirse acogido por alguien, que puede ser un profesor o tutor y siempre el grupo de amigos. La pandilla tiene sus propios ritos que acepta el adolescente para sentirse integrado. Por eso, resulta decisivo en estos años con quién se junta, ya que van a ser su punto de referencia. Así, cuando un chico o una chica no encuentra un grupo que lo acepte se encuentra desamparado. No es raro que para lograr esa aceptación esté dispuesto a adoptar costumbres y comportamientos que no coinciden con sus convicciones familiares, religiosas, etc.; teme quedarse solo y desamparado. No es aconsejable atacar a sus amigos, pues se sentirá agredido y responderá con violencia ante su escasez de recursos emocionales para protegerse.

Le cuesta concentrarse

El comienzo de la adolescencia coincide con la Secundaria y al mayor nivel académico se une, a veces, un cambio de centro escolar. Le cuesta concentrarse, justo cuando los estudios requieren mayor intensidad. Una crisis académica grave puede conllevar repetir curso, el abandono de sus estudios, etc. El adolescente no siempre sabe por qué estudia y la frase de sus padres «Para el día de mañana»; le trae sin cuidado. Vive al día y no siempre se siente capaz de realizar un esfuerzo continuado, ni de imponerse la disciplina interior que requiere estudiar todas las jornadas.

No sé si reír o llorar

Pasan de la risa al llanto fruto de su inestabilidad emocional. El complejo mundo de los sentimientos, ya de por sí cambiantes, se convierte para un adolescente en algo desconcertante. Por su sentido de la independencia se vuelven más susceptibles, por los cambios a veces no aceptados están desconcertados, por su gregarismo en la pandilla muy dependientes de los juicios de los demás. A los cambios físicos patentes, acompañan unos cambios síquicos tan fuertes o más que los primeros. El adolescente no sabe medir bien sus reacciones y puede pasar de la euforia al desaliento, de la alegría a la tristeza, de la simpatía al ensimismamiento. Es importante enseñarle a conocerse, a educar sus sentimientos y a gobernar sus estados de ánimo. Este proceso requiere aprendizaje y tiempo.

Además, con la llegada de la adolescencia puede producirse una crisis espiritual, a causa de su espíritu crítico, su afán de racionalizar todo y al descubrir algunas de las exigencias de la vida moral desconocidas hasta entonces.

Continuará

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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