Por María Lucea
Tomado de Hacer Familia
El valor de los amigos
El adolescente comienza a desligarse de la familia y
gana fuerza la vida en pandilla. En principio, lo que le
dicen sus padres le parece mal y sin embargo, puede ser
muy gregario con lo que le dicen sus compañeros. Al
sentirse inseguro y buscar la independencia de sus
padres, necesita sentirse acogido por alguien, que puede
ser un profesor o tutor y siempre el grupo de amigos. La
pandilla tiene sus propios ritos que acepta el
adolescente para sentirse integrado. Por eso, resulta
decisivo en estos años con quién se junta, ya que van a
ser su punto de referencia. Así, cuando un chico o una
chica no encuentra un grupo que lo acepte se encuentra
desamparado. No es raro que para lograr esa aceptación
esté dispuesto a adoptar costumbres y comportamientos
que no coinciden con sus convicciones familiares,
religiosas, etc.; teme quedarse solo y desamparado. No
es aconsejable atacar a sus amigos, pues se sentirá
agredido y responderá con violencia ante su escasez de
recursos emocionales para protegerse.
Le cuesta concentrarse
El comienzo de la adolescencia coincide con la
Secundaria y al mayor nivel académico se une, a veces,
un cambio de centro escolar. Le cuesta concentrarse,
justo cuando los estudios requieren mayor intensidad.
Una crisis académica grave puede conllevar repetir
curso, el abandono de sus estudios, etc. El adolescente
no siempre sabe por qué estudia y la frase de sus padres
«Para el día de mañana»; le trae sin cuidado. Vive al
día y no siempre se siente capaz de realizar un esfuerzo
continuado, ni de imponerse la disciplina interior que
requiere estudiar todas las jornadas.
No sé si reír o llorar
Pasan de la risa al llanto fruto de su inestabilidad
emocional. El complejo mundo de los sentimientos, ya de
por sí cambiantes, se convierte para un adolescente en
algo desconcertante. Por su sentido de la independencia
se vuelven más susceptibles, por los cambios a veces no
aceptados están desconcertados, por su gregarismo en la
pandilla muy dependientes de los juicios de los demás. A
los cambios físicos patentes, acompañan unos cambios
síquicos tan fuertes o más que los primeros. El
adolescente no sabe medir bien sus reacciones y puede
pasar de la euforia al desaliento, de la alegría a la
tristeza, de la simpatía al ensimismamiento. Es
importante enseñarle a conocerse, a educar sus
sentimientos y a gobernar sus estados de ánimo. Este
proceso requiere aprendizaje y tiempo.
Además, con la llegada de la adolescencia puede
producirse una crisis espiritual, a causa de su espíritu
crítico, su afán de racionalizar todo y al descubrir
algunas de las exigencias de la vida moral desconocidas
hasta entonces.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |