Tomado de Encuentra.com
Los padres no pueden suprimir las peleas de la vida de
sus hijos, pero lo que sí pueden hacer es aminorarlas y
servir de guía (no juez) para ayudarlos a
resolver sus propios problemas. En caso de que se
agarren a golpes, es necesaria la intervención de un
adulto dado que la violencia no es una manera aceptable
de resolver los problemas.
Luego de una pelea es bueno conversar con cada uno de
los hijos al respecto, reconociendo sus sentimientos y
explicando que peleando o golpeando a su hermano no va a
arreglar nada. Luego, en los momentos de calma, los
padres deben aprovechar para marcar la cancha y trazar
límites muy claros. Lo cierto es que los padres no deban
permanecer indiferentes ante las peleas de sus hijos.
Sobre todo porque lo que está en juego es la armonía
de las relaciones familiares.
Los especialistas aseguran que las peleas son el
termómetro de la paciencia de los padres o el adulto que
está a cargo de ellos. Los cuidadores que tienen un
umbral de tolerancia muy bajo a las peleas se ponen cada
vez más autoritarios, más sancionadores y por lo tanto
los hermanos pelearán más. Y esto por una razón muy
simple: las peleas no se pueden extinguir sólo con una
prohibición o un regaño; hace falta ir más allá y llevar
a cabo una labor conciliadora y de enseñanza de
tolerancia y respeto.
Sin embargo, todo tiene un límite. Si el nivel de peleas
produce deterioro en las relaciones, esos padres deben
intervenir más que rápido y pedir ayuda especializada en
caso necesario.
Una pelea es más o menos grave dependiendo de:
¿Por qué se pelean?
Las peleas entre hermanos se producen desde temprana
edad. Hay que tener presente que en los niveles de
agresividad influye un factor genético. Cada niño es una
persona particular y diferente de los otros, y nace con
determinado temperamento. En el ser humano la
agresividad, además, es un motor que toma diferentes
vías. En gran medida, depende de los padres canalizarlo
hacia los juegos o el estudio.
Evidentemente, los celos y las envidias
entre hermanos se hacen más notorias cuanto más intimo
es el contacto. Es normal que en las familias
existan desigualdades: un hijo puede ser más
torpe que el otro físicamente, pero mejor para las
matemáticas. Además puede parecer que exista uno más
preferido que los demás por el padre o por la madre, o
que el regalo que uno ha recibido sea peor que el del
otro. Desde luego esto crea competencias ya que todos
quieren (algunos más que otros) acaparar el cariño de
uno de los padres, o quieren ser los primeros en alguna
situación dada.
A pesar de todo, los celos entre los hermanos hay
que considerarlos normales y hasta constituyen un
excelente aprendizaje para la futura integración social
del niño, que así va comprendiendo que hay que compartir
con los demás y que esto se hace más fácilmente si, como
entre hermanos, existe también amor.
Continuará mañana
Lic. Rosa Elena Ponce V. |