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www.emergencia.org.mx           Nov. 13, 2008    Boletín No. 689


 

 

 

 

¿Cómo saber donde está tu nivel de silencio interior?

Primero: Observa si queda algo por perdonar en ti, o en tu vida. En tu pasado más remoto o más cercano. Mira si hay algún recuerdo que perturba tu alma. No puedes olvidar que la búsqueda del lugar del propio corazón, tu unificación interior, exigen una plena paz de alma.

Para poder hacer este camino hacia el corazón, has de vivir en una pureza total de la memoria, del pensamiento y de la imaginación, y acoger en ti la presencia vitalizadora de Cristo. Has de ser capaz de amar y de dejarte amar. Vivirás en la transparencia total para poder ser "luz". No pretendas iluminar. Que tu primer objetivo sea vivir en la iluminación interior.

Segundo: Observa si en tu vida puedes decir que has hecho de manera tan eficaz que se pueda notar el don absoluto de tu amor total a Dios y a los hermanos.

Busca "ese" lugar interior en el que Él vive: es el corazón centro de todo lo que vives y sientes. Haz el camino con paz, sin prisas… sin nerviosismos, ni precipitaciones. Date el tiempo necesario para llegar. De momento busca el silencio. Te bastará "estar" serenamente contigo mismo.

Tercero: Observa si te desestabilizan interiormente, o anímicamente, tus limitaciones y pobrezas, o las de tus hermanos…, o por el contrario si vives en la paz de reconocerlas sinceramente para superarlas aceptándolas. ¿Te dejas llevar fácilmente por los "nervios"?…

Cuarto: Observa si alguna vez, o muchas veces, comienzas el día cansado o sin ilusión de servir y de entregarte. Mira si lo que predomina en ti es el cansancio o la ilusión, la consideración de las cosas que te cuestan o el ánimo con el que te enfrentas a las cosas que podrías hacer, porque forman parte de tu compromiso con la vida.

Quinto: Observa si Él ocupa o no, directa o indirectamente, tu pensamiento, tu corazón y tu vida. Pregúntate si esta consciencia de Él en ti, es un estímulo para tu vida.

Observa si predominan en ti los criterios que vienen de la fe en Jesús que habla claramente en su Evangelio.

Sexto: Observa si pierdes fácilmente la paz porque no te vives unificado interiormente y vives distraído o disperso. Pregúntate qué es lo que te altera con más facilidad. ¿Actualmente hay algo que te intranquiliza? ¿Estás en paz contigo mismo? ¿Él vive en ti…?¿Es verdaderamente el centro que da sentido a todo?...

Séptimo: Observa si vives o no a Jesús como la opción esencial de tu vida que te ayuda a vivir en la unificación y en la armonía interior. Pregúntate si la presencia del Señor en ti es vivida con claridad, alegría y fuerza. O aceptas, de hecho, un planteamiento de vida conformista y adormecedor que no te ayuda a crecer, ni a darte siempre y más radicalmente al Señor y al hermano. Nunca olvides que el Señor Resucitado siempre camina entre los hermanos.

Octavo: Observa si caes en la tentación de aceptar vivir y caminar solo, "a tu aire", o te arreglas tú la vida por tu propia cuenta, prescindiendo de la comunidad de los hermanos. Observa si, por el contrario, asumes con responsabilidad el compromiso de reconocer tu papel en la vida y lo que la comunidad puede esperar de ti. Ten en cuenta los dones que Dios ha puesto en tus manos. ¿Ofreces el don de ti mismo a los demás y te entregas a ellos como signo de que quieres darlo todo y darte del todo?...

Noveno: Observa si te conformas tranquilamente con la actitud de no esperar contra toda esperanza…, o, por el contrario, eres capaz de vivir y comunicar tu amor radical por el Señor y la alegría de tener la vida en tus manos para ser capaz de darla con esperanza renovada. ¿Eres optimista o pesimista?

Décimo: Observa si consciente o inconscientemente salen de tu boca expresiones como éstas: "Yo ya no"..., "Conmigo que ya no cuenten"..., "Yo ya estoy bien así"..., "A mí ya nadie me cambia"..., "Ya nunca jamás volveré a ceder"..., "Ya estoy harto de...

Observa si se dan en ti actitudes cerradas, intolerantes, de juicio negativo precipitado. Observa, sobre todo, si te dejas llevar por la negatividad. Piensa en esta revisión de tu vida que Dios es siempre positivo: «no apaga la mecha que aún humea ni rompe la caña agrietada». 

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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