Tomado de Bebes y +
A
partir del añito, los niños dan rienda suelta a sus
cuerdas vocales, expresan sus emociones sin ningún tipo
de tapujo, sea alegría o enfado. ¿Por qué?, saben que
así llaman la atención.
Su
expresividad es muy grande, ya que el lenguaje es un
instrumento poco desarrollado en ellos. Las pocas
palabras que saben, les ofrecen unas posibilidades muy
limitadas para poder comunicarse bien y es por esta
razón, que se valen del lenguaje corporal, de los gestos
y de la voz, con muecas, palmoteos, pataletas o
chillidos.
Las
reacciones de los niños pueden ser muy espectaculares y
muy dramáticas queriendo expresar sus emociones,
recurren al grito porque es muy eficaz para hacer sentir
sus necesidades, ellos se dan cuenta de que los padres
acuden raudos a satisfacerles. En resumen, es una manera
muy eficaz, rápida y contundente para obtener atención.
Cuando
oímos gritar al pequeño, dependiendo de la situación, no
debemos asustarnos, debemos aprender a distinguir cuando
se les debe consolar en su desesperación si tiene
justificación y cuando debemos ignorarles si sus
rabietas son teatrales.
Los
niños viven en su mundo, lleno de multitud de estímulos
irresistibles, cosas que tocar, ver y hacer, esto les
mantiene en un estado continuo de exaltación y muchas de
esas cosas todavía les están vedadas, no les puedes
permitir hacer según qué, de ahí que el grito sea primo
hermano de la pataleta y que en muchas ocasiones anuncia
la llegada de esta.
Por
tanto, es recomendable tener un tono de voz moderado, no
debemos chillar o tener un tono alto de voz, de esta
manera no se impone autoridad, no se riñe gritando, no
se discute airadamente delante de él. Nosotros, los
padres, somos su ejemplo y nuestros hijos nos miran como
modelos, nuestro comportamiento ha de ser siempre el
adecuado para ser un buen modelo a seguir.
Sabemos
también que a veces gritar es imprescindible, gritarle
ante un peligro es un recurso valioso. Si ves que tu
hijo mete los dedos en el enchufe, al gritarle, se
asusta y retira los dedos, claro, él se asustara y
llorará, pero es mejor eso que no que le pueda pasar
algo.
No
podemos evitar que grite, pero si podemos intentar que
no lo haga tanto. Por ejemplo, la próxima vez que grite,
háblale bajito a modo de susurros, es posible que se
sorprenda y que baje su tono de voz. Pon palabras a sus
sentimientos como por ejemplo, “ya sé que te enfadas
porque no te dejo…” y explicarle porque no y que podría
pasar si se le dejáramos. Enséñale a diferenciar
situaciones y a utilizar las palabras adecuadas
sustituyendo los gritos por estas.
Los
gritos a esta edad son una forma natural de
comunicación, cada día viven una experiencia nueva, algo
que conocer, montones de novedades, ¿cómo no van a
gritar?
Lic. Rosa Elena Ponce V. |