Tomado de la revista: Salud Vital
“Con
mi cuñada, es imposible llevarse bien. Vive pendiente de
lo que hago o dejo de hacer. De cómo me llevo con mi
marido. De la onda que tengo con mi suegra. Y hasta
opina cómo tengo que criar a mis hijos y en qué tengo
que gastar mi plata”, explica Susana, enojada y
desconcertada, ante una cuñada dispuesta a meter sus
narices en todo lo que tenga que ver con la vida de los
demás.
Ante
este panorama, Susana ya optó por todas las tácticas
posibles. Trató de ser indiferente. Intentó lograr un
acercamiento “diplomático”. Experimentó las peleas
frontales más duras. Y hasta invirtió buena parte de
tiempo en aclarar “los tantos” y lograr una buena
relación. Y, sin embargo, la “guerra fría” no da tregua.
Ya no sabe qué táctica usar.
La
relación entre cuñadas suele estar teñida de
competencia, rivalidad y envidia. Las comparaciones
suelen tener que ver con: quién tiene el mejor marido,
si te lleva de viaje, si te compra ropa o si ayuda en
las tareas de la casa. También se relaciona con los
proyectos personales. Es decir, a cuál de las dos les va
mejor o quién pudo alcanzar sus proyectos, sueños y
anhelos.
En
primer lugar, esto tiene que ver con una cuestión
netamente femenina. No hay quien dude en afirmar que la
psicología femenina tiene muchas más “vueltas” que la
del hombre. Esto hace que los acuerdos entre ellas sean
más difíciles de lograr y que los roces y diferencias
sean casi “una cuestión de todos los días”. La
licenciada Adriana Serebrenik explica “uno de los
motivos de ello es que la sexualidad femenina es mucho
más compleja que la masculina. Al tener órganos sexuales
internos, tiene una sensibilidad distinta y además, debe
aprender a manejar ciertas sensaciones".
Otro
de los puntos que conviene tener en cuenta es que los
vínculos políticos -como el que se da entre cuñadas-
suelen traer algunos roces y complicaciones. La
diferencia que se da con las relaciones sanguíneas- como
entre padres, hermanos o hijos- es que uno intenta por
todos los medios posibles que no haya diferencias y que
el trato sea lo más fluido posible. Incluso, los
tratamientos de psicoterapia apuntan a lograr un vínculo
lo más fluido posible y que pueda preservarse.
Cuando se trata de relaciones políticas, las cuestiones
suelen ser más difíciles. Es que, en estos casos no hay
amor de por medio. Tiene que ver con un contrato. Una
vez que el vínculo de origen se corta, lo más probable
es que el vínculo se deshaga.
Otro
de los temas que puede llegar a sacar a la luz las
peleas entre cuñadas son los conflictos, latentes o no,
con los propios hermanos. Puede darse que uno tenga una
situación de mucha rivalidad con sus hermanos, que por
ahí no se anime a plantear, y que se sienta mucho más
“libre” para enfrentar al hermano. También puede pasar
en los casos que uno tiene una excelente relación con su
hermano, con mucha afinidad y cercanía. La esposa o
pareja, sobre todo en las primeras etapas del vínculo,
puede llegar a sentir celos y tratar de hacer todo lo
posible por distanciarse. En este caso, lo mejor será
revisar el vínculo con el marido y tratar de hacer todo
lo posible para llevarse mejor.
Para
que reine la paz familiar
La
realidad es que por más antipatías, rivalidades y celos
que existan, las cuñadas están destinadas a verse (o por
lo menos, mientras dure el vínculo original que las
une). Por lo tanto, lo más sabio es aprender a llevarse
bien y hacer todo lo posible para que reine la paz en el
hogar. Desde ya, no hay que perder de vista que el
vínculo entre cuñadas no es algo afectivo o amoroso.
Como ya se aclaró en las primeras líneas de esta nota,
es algo estrictamente político. Por lo tanto, conviene
manejarse siempre con la más absoluta diplomacia.
•
No engancharse. Es uno de los consejos más sabios.
Hay un refrán popular que dice “Si no hay rey, no hay
súbditos”. Es decir, no puede haber un rey, si los
súbditos no lo reconocen como tal. Esto se adapta a la
perfección al caso de las cuñadas. Lo mejor es no darle
al tema más importancia del que tiene ni entrar en el
mismo “juego” de competencia, que propone la cuñada. En
este sentido, los hombres suelen actuar más
adecuadamente. La reacción típica, cuando hay dos
cuñados que no tienen demasiada afinidad, es no
involucrarse demasiado y listo.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |