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www.emergencia.org.mx           Dic. 03, 2008    Boletín No. 703


 

 

 

 

¡¡Mi cuñada!!

Tomado de la revista: Salud Vital

“Con mi cuñada, es imposible llevarse bien. Vive pendiente de lo que hago o dejo de hacer. De cómo me llevo con mi marido. De la onda que tengo con mi suegra. Y hasta opina cómo tengo que criar a mis hijos y en qué tengo que gastar mi plata”, explica Susana, enojada y desconcertada, ante una cuñada dispuesta a meter sus narices en todo lo que tenga que ver con la vida de los demás.

Ante este panorama, Susana ya optó por todas las tácticas posibles. Trató de ser indiferente. Intentó lograr un acercamiento “diplomático”. Experimentó las peleas frontales más duras. Y hasta invirtió buena parte de tiempo en aclarar “los tantos” y lograr una buena relación. Y, sin embargo, la “guerra fría” no da tregua. Ya no sabe qué táctica usar.

La relación entre cuñadas suele estar teñida de competencia, rivalidad y envidia. Las comparaciones suelen tener que ver con: quién tiene el mejor marido, si te lleva de viaje, si te compra ropa o si ayuda en las tareas de la casa. También se relaciona con los proyectos personales. Es decir, a cuál de las dos les va mejor o quién pudo alcanzar sus proyectos, sueños y anhelos.

En primer lugar, esto tiene que ver con una cuestión netamente femenina. No hay quien dude en afirmar que la psicología femenina tiene muchas más “vueltas” que la del hombre. Esto hace que los acuerdos entre ellas sean más difíciles de lograr y que los roces y diferencias sean casi “una cuestión de todos los días”. La licenciada Adriana Serebrenik explica “uno de los motivos de ello es que la sexualidad femenina es mucho más compleja que la masculina. Al tener órganos sexuales internos, tiene una sensibilidad distinta y además, debe aprender a manejar ciertas sensaciones".

Otro de los puntos que conviene tener en cuenta es que los vínculos políticos -como el que se da entre cuñadas- suelen traer algunos roces y complicaciones. La diferencia que se da con las relaciones sanguíneas- como entre padres, hermanos o hijos- es que uno intenta por todos los medios posibles que no haya diferencias y que el trato sea lo más fluido posible. Incluso, los tratamientos de psicoterapia apuntan a lograr un vínculo lo más fluido posible y que pueda preservarse.

Cuando se trata de relaciones políticas, las cuestiones suelen ser más difíciles. Es que, en estos casos no hay amor de por medio. Tiene que ver con un contrato. Una vez que el vínculo de origen se corta, lo más probable es que el vínculo se deshaga.

Otro de los temas que puede llegar a sacar a la luz las peleas entre cuñadas son los conflictos, latentes o no, con los propios hermanos. Puede darse que uno tenga una situación de mucha rivalidad con sus hermanos, que por ahí no se anime a plantear, y que se sienta mucho más “libre” para enfrentar al hermano. También puede pasar en los casos que uno tiene una excelente relación con su hermano, con mucha afinidad y cercanía. La esposa o pareja, sobre todo en las primeras etapas del vínculo, puede llegar a sentir celos y tratar de hacer todo lo posible por distanciarse. En este caso, lo mejor será revisar el vínculo con el marido y tratar de hacer todo lo posible para llevarse mejor.

Para que reine la paz familiar

La realidad es que por más antipatías, rivalidades y celos que existan, las cuñadas están destinadas a verse (o por lo menos, mientras dure el vínculo original que las une). Por lo tanto, lo más sabio es aprender a llevarse bien y hacer todo lo posible para que reine la paz en el hogar. Desde ya, no hay que perder de vista que el vínculo entre cuñadas no es algo afectivo o amoroso. Como ya se aclaró en las primeras líneas de esta nota, es algo estrictamente político. Por lo tanto, conviene manejarse siempre con la más absoluta diplomacia.

No engancharse. Es uno de los consejos más sabios. Hay un refrán popular que dice “Si no hay rey, no hay súbditos”. Es decir, no puede haber un rey, si los súbditos no lo reconocen como tal. Esto se adapta a la perfección al caso de las cuñadas. Lo mejor es no darle al tema más importancia del que tiene ni entrar en el mismo “juego” de competencia, que propone la cuñada. En este sentido, los hombres suelen actuar más adecuadamente. La reacción típica, cuando hay dos cuñados que no tienen demasiada afinidad, es no involucrarse demasiado y listo.

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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