Una
crisis de pareja
no significa necesariamente el fin de una relación pero
su presencia hace saltar la alarma y nos alerta de que
algo no va bien. Un diálogo sincero es el mejor
antídoto.
Incomunicación conyugal
El catedrático Polaino Lorente y Pedro Martínez Cano,
doctor en Psicología e investigador del Instituto de
Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra,
en su libro “La comunicación en la pareja.
Errores psicológicos más frecuentes” establecen diez
tipos de incomunicación conyugal:
Indiferentismo.
Desde la indiferencia es imposible entender al otro. Es
una actitud simulada para enmascarar la atracción o la
repulsión que provoca el ser querido, al que se
despersonaliza.
Dependencia.
Las personas que dependen afectivamente nunca llevan la
contraria y ceden en todo con tal de ganarse el afecto.
No existe un diálogo entre iguales.
Manipulación.
Gestos y actitudes que tienen un propósito manipulador.
La intención verdadera nunca se expresa.
Apropiación posesiva.
Se pretende poseer al otro como si fuera un objeto sin
respetar su libertad u obstaculizándola para que encarne
a toda costa nuestro ideal de hombre o mujer.
Desconfianza.
Suspicacias en lo económico, lo afectivo... La
desconfianza conlleva una renuncia a hablar de esos
temas.
Independentismo.
Personas que defienden la independencia a capa y espada
y padecen una especie de fobia al compromiso. Esta
actitud denota inmadurez.
Celos.
Presunción no fundada en la infidelidad del otro. Anida
en seres inseguros y de baja autoestima. Ante el miedo a
ser malinterpretado, la incomunicación se instala en la
pareja.
Temor.
La agresividad, física o psicológica, ha entrado en
escena; este sentimiento bloquea el diálogo, distancia y
separa.
Inseguridad.
Acecha a las personas vacilantes cuyo carácter aún no
está formado. De aquí a los celos hay un paso.
Instrumentalización del otro.
Consiste en hacer del otro un medio al servicio de los
fines propios.
Aprender a discutir.
Lo mejor que puede hacer alguien para mejorar la salud
de su relación es aprender a discutir. Esto es, no
evadir el problema, no evitar los conflictos, sino
enfrentarlos.
No hay que olvidar que el desacuerdo forma parte de una
buena relación. La mayoría de las parejas discute por
las mismas cosas y es cierto que algunos problemas son
simplemente irreconciliables, pero no es necesario
basarse o centrarse en esas diferencias y hacer un mundo
de ellas.
La idea es hacer el esfuerzo en conjunto para solucionar
el problema, para llegar a un acuerdo y encontrar la
salida. Porque si no se enfrentan estas problemáticas,
se acumulan, llega el rencor y termina por darle paso al
desamor.
Entonces, lo mejor es lograr un equilibrio, en el que
ambos vayan cediendo cosas y los puntos más álgidos de
las discusiones sean conversadas en tonos adecuados, con
respeto y buenas palabras, además de la intención de
encontrar una solución.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |