Es preciso conocer dónde está el bien y tratar de
ponerlo en práctica.
Por Vicente
Huerta
Una historia del Bronx
Para enseñar a discernir el bien moral el cine puede
aportar grandes momentos de reflexión. El autor recoge
en su libro experiencias surgidas a partir de la
película Una historia del Bronx dirigida e
interpretada por Robert de Niro. En ella se plantean
cuestiones morales de entidad. El protagonista, hijo de
un modesto conductor de autobuses, se ve implicado en un
incidente que le hace ganarse el favor de un gángster
local, con el que se desarrolla una compleja amistad a
la que se opone el padre trabajador y honrado. El
análisis de esta película facilita reflexionar sobre
diversos afectos, lealtades, deseos y anhelos que no
siempre facilitan el discernimiento del bien moral.
Una de las consecuencias interesantes de esta reflexión
es que el conocimiento del bien se plantea como camino
hacia la libertad: una vez que se cede a los
planteamientos mafiosos, se está atrapado. El joven se
introduce en un mundo en el que se consigue dinero
fácil, mucho más de lo que hubiera podido ganar de otro
modo, pero a costa de no ser libre, de quedar atado a la
banda mafiosa local. El padre, en cambio, es fiel a unos
principios morales y eso hace que sea en todo momento
dueño de sí mismo. "Esta es la diferencia, -comenta uno
de los alumnos de Coles a propósito de la película- si
dejas que la gente te compre, pierdes el respeto por ti
mismo. Si te mantienes firme en lo que crees, puedes
mirarte en el espejo y no necesitas huir ni esconderte".
Los primeros años
El autor del libro no duda en afirmar que "los niños son
modelados en el mismo inicio de su vida por los valores
de determinados adultos". Existe una vida moral que
precede al uso del lenguaje y que se basa en el trato
que recibe el bebé. Hay niños que son gravemente
descuidados por sus padres y se vuelven apáticos y
retraídos de un mundo que es percibido más como amenaza
que como origen de bienes. Otros niños, no tan
claramente rechazados, son simplemente rehuidos y
tendrán sus propias formas de responder a un entorno que
de algún modo falla a la hora de ofrecerles seguridad.
Estos niños se vuelven irritables e inquietos; pueden
ser exigentes e intentar afirmarse una y otra vez cuya
benevolencia (o falta de ella) va marcando su destino
día a día. Un niño aprenderá el camino del bien (a amar)
en la medida en que es amado.
Aunque se trate de niños tan pequeños que aún no han
desarrollada el habla ni la capacidad de razonar, eso no
significa que no estén necesitando una formación moral.
Esta formación se basa en que aprendan el "si" y el
"no". El niño de pocos meses puede desafiar a los
adultos que le rodean "exigiendo" determinadas
respuestas. "Si le das a un bebé todo lo que pide y
nunca te resistes a sus demandas -afirma- le estás
enseñando a no esperar nunca una negativa, y me temo que
eso no es una buena preparación para la vida".
Efectivamente se puede malcriar a un bebé haciéndole
pensar que el mundo gira totalmente alrededor de él.
Nunca es demasiado pronto para enseñarle a distinguir lo
que está bien de lo que está mal.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |