¿CÓMO RECOMPENSAR?
Las recompensas de conductas deseables actúan como
refuerzos que hacen que el niño se sienta bien por lo
que ha hecho y quiera repetirlo. Proporcionan
motivación. Por ejemplo, la primera vez que un niño dice
“papá o mamá” sus padres le llenan de caricias y besos y
la primera vez que se subió a una silla y cogió la caja
de galletas la recompensa fueron las galletas.
No es fácil la elección de una recompensa apropiada para
cada conducta. Es una labor poco menos que de
detectives, sentido común y un poco de imaginación para
detectar qué le puede gustar más al niño en cada
momento. Si podemos preguntarles mejor, pues
mantendremos nosotros el control de la selección.
¿CÓMO CASTIGAR?
Todos tenemos firmes opiniones sobre el castigo y todos,
lo admitamos o no, utilizamos el castigo como forma de
enseñar al niño la conducta adecuada. Si le mandamos a
otro cuarto, le restringimos el tiempo de juego o de ver
la televisión, le retiramos el juguete que más quiere o
le decimos con firmeza ¡eso no! , estamos empleando los
principios del castigo para modificar conductas.
Sería maravilloso poder educar a los niños sólo con
técnicas positivas pero no es posible. Para enseñarles
patrones de conductas deseables hay que utilizar tanto
consecuencias negativas como positivas.
El castigo no debe considerarse como bueno o malo. Pero
si es importante hacer un uso “eficaz y racional” de él,
con una buena técnica. De forma aislada no produce
buenos resultados. Enseña al niño lo que no debe hacer
pero no le da pautas de lo que sí debe hacer. Cuando se
utiliza aislado, sin equilibrio de refuerzos positivos
para las conductas adecuadas, no enseña al niño como
remplazar la mal conducta por otra buena. “El rincón de
pensar”: Se puede llamar de mil formas pero básicamente
consiste en apartar al niño de una actividad o
situación, sin recibir elogios o atención. Como técnica
de castigo, puede ser muy eficaz si se utiliza
correctamente:
Elegimos cuidadosamente el lugar de “retiro”. Tiene que
ser un sitio aburrido (no cruel ni oscuro), apartado de
la actividad escolar o familiar. Lo importante es que el
niño prefiera estar con nosotros en lugar de donde se le
manda.
Se le explican al niño las “reglas” de estar en ese
rincón. Solo se ha de mandarle para cambiar un
comportamiento incorrecto. Cuando haya cambiado ese
comportamiento utilícelo para cualquier otra cosa.
Se asigna un tiempo máximo de permanencia. Largos
periodos de permanencia son inútiles, pues provocan
resentimiento y no mejoran la conducta. Como norma deben
estar tantos minutos como años tenga y a partir de 5
años añadiremos un minuto más a esa edad.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |