Es preciso conocer dónde está el bien y tratar de
ponerlo en práctica.
Por Vicente Huerta
A partir del tercer año de vida, con la aparición del
lenguaje y del control muscular, aumentan
exponencialmente las posibilidades para una educación
moral explícita. El niño o la niña ya saben hablar y lo
que escuchan puede tener un significado sustancial.
Continuamente, a menudo sin tener conciencia de ello,
los padres están proporcionando a sus hijos de dos o
tres años, con lo que dicen o hacen, una vía moral:
sugerencias, instrucciones, explicaciones, gestos, tonos
de voz, etc. "Así es como se hace esto, allí es donde
vamos o no vamos, ahora es el momento de intentar tal
cosa, en cuanto a lo que acabas de hacer, que no vuelva
a ocurrir..." El doctor Coles advierte claramente, a
todo tipo de educadores y personas que tratan con niños,
del peligro que existe en prestar más atención a los
"acontecimientos psicológicos" que a los mensajes
morales que se trasmiten en los primeros años de vida.
Los años de Primaria
En la escuela Primaria, tal vez como nunca antes ni
después, el niño se convierte en una criatura
"intensamente moral", totalmente interesada en
comprender las razones de este mundo: cómo y por qué
funcionan las cosas, pero también cómo debe comportarse
en las diversas situaciones y por qué. Es la edad del
despertar de la conciencia.
El niño que asiste a la escuela Primaria es mucho más
capaz que los más pequeños de reflexionar, de
preguntarse en voz alta y detenerse a pensar en silencio
sobre lo que ha preguntado, de intentar ser bueno y de
ponderar cuán "bueno" es. En esta etapa, la capacidad de
utilizar el lenguaje es clave para su desarrollo moral.
El gran desafío de padres y educadores en estos momentos
es responder a las innumerables preguntas que hacen los
niños. En la misma naturaleza del niño de esta edad está
el preguntar y preguntar, proporcionando a quienes se
dirigen esas preguntas la oportunidad de brindar
respuestas directas e indirectas a través de lo que
sugerimos o recomendamos, de las historias que contamos,
de los recuerdos que compartimos, de las experiencias
que ofrecemos como ejemplos, etc.
Se educa en todo momento
Es importante, en esta etapa, ser conscientes de que en
cualquier momento podemos estar transmitiendo un
importante mensaje moral, tanto si el encuentro ha sido
planificado como si surge sin pensarlo: esos cuentos
contados a la hora de dormir, esos comentarios
informales hechos durante una comida, en el interior del
coche, esas afirmaciones de respuesta ante algo oído en
la radio o visto en la televisión, esas observaciones
escuchadas en una conversación telefónica, un simple
tono de voz, todo se puede convertir en parte de la
experiencia moral del niño, todo puede ser para él una
adquisición o una respuesta ante la pregunta sobre lo
que es importante y por qué, sobre cómo debe uno hablar
y estar con los demás, etc.
Los niños de la escuela Primaria muestran una gran
capacidad para probar el análisis moral de las creencias
y valores puestos en práctica. Detectan con facilidad la
capacidad para comprometerse con lo que uno cree, lo que
uno considera valioso como algo que es posible para sí
mismo y para los demás. Por eso es tan fundamental la
coherencia de los adultos. La inteligencia moral les
lleva a comprobar el valor en la práctica. De ahí la
confusión que se puede crear cuando se encuentran ante
mensajes morales cruzados o contradictorios.
Para los educadores es importante estar orientados en
buena dirección (saber qué virtudes quieren desarrollar
en sus hijos) pero los discursos morales abstractos se
olvidan fácilmente, principalmente se enseña por medio
del ejemplo y eso ocurre continuamente, casi sin darnos
cuenta.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |