Por Alfonso Aguiló
La amistad entre padres e hijos se puede armonizar
perfectamente con la autoridad que requiere la
educación.
Es preciso crear un clima de gran confianza y de
libertad, aun a riesgo de que alguna vez sean engañados.
Más vale que luego ellos mismos se avergüencen de haber
abusado de esa confianza y se corrijan.
En cambio, cuando falta un mínimo de libertad, la
familia se puede convertir en una auténtica escuela de
la simulación.
Tienen que entender que, nos guste o no, todos
obedecemos. En cualquier colectivo, las relaciones
humanas implican vínculos y dependencias, y eso es
inevitable. No pueden engañarse con ensueños de rebeldía
infantil.
Obedecer es a veces incómodo, es verdad. Pero tienen que
descubrir que no siempre lo más cómodo es lo mejor.
Deben darse cuenta de que el mejor camino para ser libre
es lograr ser dueños de uno mismo. Han de comprender que
sólo una persona bien curtida en la obediencia juvenil
será libre en la edad adulta.
Pero, de todas formas, quizás les cuesta mucho obedecer
porque no sabes mandar sin imperar. Hay detalles que
facilitan la obediencia:
1.
Exígete en los mismos puntos en que aconsejas, mandas o
corriges: es muy cómodo, si no, recordar que tienen que
ser humildes, pacientes y ordenados, sin ir tú por
delante con el ejemplo.
2.
Manda con afán de servir, sin dar la sensación de que lo
haces por comodidad personal. Que vean que te molestas
tú primero: muchas veces así ellos entenderán, sin
necesidad de que nadie se lo diga, que deben hacer lo
mismo.
3.
No exhibas demasiado la autoridad. No des lugar al temor
o a la prevención.
4.
Procura saber lo que hiere a cada uno, para evitarlo
delicadamente si es preciso. Sé comprensivo y sé muy
humano. Aprende a disculpar. No te escandalices
tontamente (supone casi siempre falta de conocimiento
propio).
5.
Habla con llaneza y sin apasionamiento, sin exagerar,
procurando ser objetivo. Aprende a discernir lo normal
de lo preocupante o grave.
6.
Habla con claridad, a la cara. No seas blando, ni
tampoco cortante: mantén una exigencia acolchada.
7.
Sé positivo al juzgar y por en primer término las buenas
cualidades, antes de ver los defectos, y sin
exagerarlos.
8.
No quieras fiscalizarlo todo. No quieras uniformarlo
todo. Ama la diversidad en la familia. Inculca amor a la
libertad, y ama el pluralismo como un bien.
9.
Respeta la intimidad de tus hijos, sus cosas, su
armario, su mesa de estudio, su correspondencia; y
enséñales a respetar a los demás y su intimidad.
10.
No dejes que se prolonguen demasiado las situaciones de
excesiva exigencia. Para ello, debes estar atento a la
salud y al descanso para que nadie llegue al agotamiento
psíquico o físico.
Debes extremar los cuidados a los más necesitados (no
todos los hijos son iguales) para evitar que tomen
cuerpo las crisis de crecimiento o de madurez.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |