Por Alfonso Aguiló
Tercera:
Tampoco debe darse la corrección sin antes hacer examen
sobre la propia culpabilidad en lo que se va a corregir.
Cuando algo marcha mal en la familia, casi nunca nadie
puede decir que está libre de toda culpa.
Además, cuando uno se siente corresponsable de un error,
corrige de forma distinta. Porque corrige desde dentro,
comenzando por la confesión de la propia culpa. De este
modo, el corregido entenderá mucho mejor porque
empezamos por compartir su error con el nuestro, y no lo
verá como una agresión desde fuera sino como una ayuda
desde dentro.
La crítica destructiva es tan
fácil como difícil es la constructiva.
Resulta muy eficaz que en la familia haya fluidez en la
corrección, que se puedan decir unos a otros las cosas
con normalidad. Que los agravios o los enfados no se
queden dentro de los corazones, porque ahí se pudren.
Poco a poco
Cuarta:
Regla múltiple sobre la forma de llevar a cabo la
corrección. Ésta ha de ser cara a cara, pues no hay nada
más sucio que la murmuración o la denuncia anónima del
que tira la piedra y esconde la mano; a la persona
interesada y en privado; y siempre sin comparar con
otras personas: nada de "aprende de tu primo, que saca
tan buenas notas, o del vecino de arriba que es tan
educado..."
Con mucha prudencia antes de juzgar las intenciones y no
hablar de lo que no se ha comprobado bien, pues corregir
sobre rumores, suposiciones o sospechas, supone hacer
méritos para ser injusto.
La corrección deber ser específica y concreta, no
generalizadora ; sabiendo centrarse en el tema, sin
exageraciones, sin superlativos, sin abusar de palabras
como siempre, nunca... Conviene hablar de una o dos
cosas cada vez, porque si acumulásemos una lista
parecería una enmienda a la totalidad más que otra cosa;
y sin reiterarlas demasiado: hay que darles tiempo para
mejorar. Además, la excesiva machaconería se vuelve
también contraproducente.
El mejor momento
Por último, hay que saber elegir el momento para
corregir o aconsejar, que ha de ser cuanto antes, pero
siempre esperando a estar los dos tranquilos para hablar
y tranquilos para escuchar: si uno está aún nervioso o
afectado por un enfado, quizá sea mejor esperar un poco
más, porque de los contrario probablemente se estropeen
más las cosas en vez de arreglarse. Corregir sí, pero
siempre poniéndose antes en un lugar, haciéndose cargo
de sus circunstancias, procurando, como dice el refrán,
calzar un mes sus zapatos antes de juzgar.
Actuando así, se corrige de modo distinto. Incluso
veremos que muchas veces es mejor callarnos: hay quien
dijo que si pudiéramos leer la historia secreta de
nuestros enemigos, hallaríamos en sus vidas penas y
sufrimientos suficientes como para desarmar nuestra
hostilidad.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |