Tomado de Somos Padres
¿Les suena el nombre de
Emilio Calatayud? Es el juez de menores más conocido
de
España, una fama muy bien merecida. Le llegó un chico
por conducir moto sin seguro y le castigó a dedicar 50
horas a dibujar un comic y a visitar dos veces el área
de traumatología de un hospital, para que fuera
consciente de lo que es capaz de hacer, tanto lo bueno
como lo malo.
Cuando le llega un drogadicto, la sentencia suele ser
mandarle a replantar el bosque “para que sude, se
oxigene, y vea un poco la naturaleza”. ¿Qué al chico le
han pescado en tremenda borrachera en la vía pública? La
sentencia le obligará a ir varios fines de semana a
limpiar los destrozos de otras borracheras, y a
acompañar a los servicios de asistencia, para que vea
las consecuencias de éstas.
¿Castigar o corregir? Educar no es nada fácil y a veces
uno se pregunta en qué estaría pensando cuando se
embarcó en esta aventura. Y es que, hay que admitirlo,
los chicos son especialistas en llevarnos a los extremos
y sacar tanto lo mejor como lo peor de nosotros.
Desesperan.
Uno intenta llevarles por el buen camino, inculcarles
una disciplina, un “buen hacer”, pero a veces,
incomprensiblemente, se desbarata todo, se nos tuerce, y
por mucho que le expliquemos cómo hacer las cosas, él
persiste. Ya puede ser el levantarse a la hora adecuada
para ir a clase, como el no pegar a los hermanos,
pasando por el ordenar el cuarto.
¿Qué nos enseña Emilio
Calatayud en cada una de sus sentencias? En que, por
mucho que sea el destrozo que hagan los pequeños, por
mucho el daño y la rabia que nos causen, hay que tener
la cabeza bien adulta. Y eso significa
paciencia e inteligencia.
Paciencia para no dejarnos llevar por la rabia o la
desesperación, para profundizar un poco en su error... e
inteligencia para encontrar la tecla con la que
corregirlo. Hace tiempo que hemos descubierto ya que con
los niños, eso del castigo no debe ser una manera de
desahogarnos. Ante todo debemos intentar que el castigo
se muestre como una consecuencia natural de sus actos.
Recetar así, a la ligera, parece muy fácil. Pero, ¿cómo
llevar estos principios a la práctica? A continuación
presentamos una serie de pasos que seguir cada vez que
te enfrentes al dilema de corregir o castigar.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |