Alfonso Aguiló
Vivir de forma egoísta es como vivir en un calabozo.
Oímos sólo nuestra propia voz, hablamos sólo de nosotros
mismos, sólo escuchamos los lamentos de nuestro propio
dolor, únicamente captamos la gloria de nuestra propia
victoria personal. Cualquier otro interés está
mediatizado por el interés propio.
— No te pongas así. Es
lógico que la gente mire un poco por su propio
interés...
Pero se puede velar por el propio interés sin ser
egoísta. El problema es que el egoísta vive en una
permanente búsqueda de la propia satisfacción. Una
búsqueda que acaba por ser angustiosa, porque el egoísta
a cada paso se sorprende con que ha vuelto a perder el
rastro y no consigue disfrutar un poco de tiempo con
casi nada.
Son afanes oscuros y confusos que hacen desgraciadas a
las personas. Por eso es tan importante que los padres
logren que sus hijos descubran la satisfacción que la
generosidad encierra, y reflexionen sobre el saborcillo
de tristeza que a todos queda cuando nos comportamos de
forma desconsiderada, implacable y egoísta con los
demás.
¿Y a qué edad suelen tener más
tendencia al egoísmo?
Cuanto más pequeño es el niño, tanto más vive bajo el
poder de los sentidos, y es por eso mismo más fácil que
ceda al egoísmo si no hay una educación adecuada. Una
criatura de pocos años parece que todo lo ansía para sí,
acumula los juguetes, quizá no repara en que a otros
nada les llegue. Pasa por una etapa de egocentrismo
infantil en la que gusta considerarse el centro de todo,
que se hable de él, llamar la atención...; como Currita
Albornoz en aquella novela de Coloma: si asiste a una
boda, quiere ser la novia; si a un bautizo, el recién
nacido; si a un entierro, el muerto.
Por eso, desde muy temprano hay que ir sacando brillo a
sus sentimientos de generosidad, para que ahoguen a esos
otros de egoísmo. De lo contrario, podemos encontrarnos
con un reverdecer del egoísmo en los años de la
adolescencia.
Precisamente en esos tiempos en los que quizá siente más
orgullo por su talento, su desarrollo físico o su
agudeza intelectual. Y quizá resulta que a lo mejor:
·
se hace amigos interesadamente para que le expliquen las
matemáticas o le dejen copiar un trabajo de clase;
·
se muestra indiferente ante un motivo de tristeza de
otros;
·
habla con orgullo a su compañero o compañera de clase,
de posición menos acomodada, de los grandes viajes que
hace en vacaciones, de la moto que le han regalado, o de
los lujos de que él disfruta y que el otro no tiene;
·
manifiesta un sorprendente sentido práctico con el que
pasa por encima de todos los demás para lograr su propio
interés; etc.
¿Y cuál crees que es la razón de
todo eso?
Quizá arranca desde la niñez, con cosas insignificantes
consentidas por quienes convivían con él, y nadie
entonces le hizo considerar lo poco noble de esos
detalles. A lo mejor escogía siempre el mejor sitio, la
mejor fruta, o la tarea más cómoda, y nadie le decía
nada, o se acostumbró a oír los reproches como quien oye
llover.
Y se acostumbró a no ceder el sitio, a no reparar en las
necesidades de los demás, a no sujetar la puerta hasta
que pasara quien venía detrás. A lo mejor salían de
excursión y pasaban entre unos matorrales, y él iba
soltando las ramas, que herían en la cara a los que
marchaban detrás; sólo importaba una cosa: él ya había
pasado.
Por el contrario, el niño que comparte hoy sus juguetes
o sus juegos –señala Bernabé Tierno–, o que se atreve a
defender a un compañero maltratado, es el hombre del
mañana en cuyo proyecto de vida tendrán lugar los demás.
Si quien está a tu lado tiene algún pesar, consuélale
con unas palabras de las que brotan del corazón. Si se
alegra, alégrate con él, porque es propio de los
egoístas entristecerse de envidia ante la alegría ajena.
Comparte, ayuda, agáchate a recoger el paquete que se le
ha caído al suelo a ése que pasa a tu lado, trata a la
gente con corrección, y especialmente a quienes tienen
que servirte.
Cada uno debe examinarse sobre si hay en su vida
planteamientos egoístas de fondo. Hablo de esos padres
posesivos de sus hijos, y de esos hijos que dominan a
sus padres. De esos matrimonios que son una pareja de
vidas solitarias, y de ésos que son cadenas el uno para
el otro.
Para toda persona, erradicar un poco cada día el
egoísmo, será erradicar una fuente de tristeza.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |