Itxaso Valdajos
Master en educación y asesoría familiar
El objetivo final en la educación de un niño consiste en
que termine por encauzar su vida por sí mismo. Una buena
estrategia para conseguirlo, consiste en reforzar las
buenas actitudes, es decir, alabar la parte positiva del
comportamiento del niño en vez de recriminarle todo el
día sus malas acciones.
Los niños necesitan saber que nosotros, tanto padres
como profesores, estamos satisfechos con ellos. Es su
gran triunfo y recompensa.
Con esta actitud conseguiremos que el niño por ejemplo
sea generoso, en vez de estar recalcándole todo el día
lo “egoísta” que es. Si alabamos a un niño cuando hace
bien las cosas, se sentirá estimulado para continuar su
buen comportamiento, se sentirá feliz y lleno de
satisfacción. Si el niño nota que sus padres y/o
profesores están contentos cuando obedece, en su
subconsciente rechazará la actitud de la desobediencia.
Es preferible emplear más tiempo en alabar los buenos
comportamientos en los niños que castigar sus malas
acciones.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, padres y profesores
para contribuir a mejorar el comportamiento y actitud de
nuestros niños? Adoptar actitudes positivas, por
ejemplo:
-
Sonreírles a menudo y contagiarles nuestro buen humor.
Para ello dejaremos el cansancio acumulado o nuestros
problemas fuera de la clase o de casa.
-
Procurar ver el aspecto positivo de las cosas.
-
Cuando no podamos más, contar hasta diez.
-
No ver problemas donde no los hay.
-
Ir por delante de ellos dándoles ejemplo. No podemos
exigir a un niño que haga lo que nosotros no somos
capaces de hacer.
-
Explicarles las cosas en el momento oportuno.
-
No caer en la tentación de pensar que los niños son
demasiado pequeños para entender las cosas. Ellos
entienden más de lo que imaginamos. A los niños hay
que enseñarles a escuchar.
-
Sin amenazarles, ya que no siempre cumplimos esas
amenazas. Los niños no nos tomarán en serio y
perderemos toda credibilidad.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |